Ya expuse en un post anterior mi opinión sobre el caso Contador y la patética imagen que estamos dando en España con la defensa numantina del bravo ciclista pinteño.
Ahora me centraré en comentar una cosa que me ha llamado la atención desde el inicio del caso, y que no otra que la alegación de Contador de que la sustancia entró en su cuerpo a través de un filete de ternera que se compró en Irún, y que el pobre ternerillo habría sido engordado con clembuterol, conducta que, por cierto, está terminantemente prohibida.
Por lo tanto, Contador y su defensa estarían acusando a algún ganadero de Irún de estar cometiendo una conducta ilegal (desconozco si tipificada como delito o como simple falta administrativa).
Siempre creí que no se había acusado a ningún ganadero o carnicero en concreto, aunque aun así me llamaba la atención que alguna supuesta asociación de ganaderos de Irún, Guipúzcoa o el País Vasco no se hubiese pronunciado al respecto.
Sin embargo, cuál es mi sorpresa al leer esta noticia hoy, a través de la que me entero de que se acusó a un carnicero con nombre y apellidos, el señor Javier Zabaleta.
No se pierdan la noticia puesto que las declaraciones de Zabaleta son de una educación y formas exquisitas, propias de un hombre cabal. Yo, si fuese el carnicero de Irún, o miembro de la Ascociación de Ganaderos de Guipúzcoa, haría tiempo que le hubiese puesto una querella a Contador, para que la próxima vez se pensase dos veces lo de acusar sin pruebas.
Y ustedes, a comer carne de ternera vasca, que está buenísima.
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