Escribo esta crítica sobre el restaurante L'Atelier Belge de Madrid más de dos semanas después de haber comido allí y con el estómago lleno, para evitar que la cercanía a los hechos y el hambre puedan influir en mi valoración.
El restaurante está en la calle Martín de los Heros, 36, y lo descubrí por casualidad. Me equivoqué de calle buscando el coche y me encontré con él. Entré y reservé una mesa para otro día.
La sala de comidas no es muy grande, pero está muy bien aprovechada, calculo que habrá unas quince o veinte mesas. Todas con manteles y servilletas de tela, algo fundamental, en mi opinión. La decoración es típicamente belga, aunque tal vez demasiado previsible a veces. Cómics de tintín, discos de Jacques Brel (autor de la conocidísima "Ne me quitte pas", aunque a mí me gusta más "Amsterdam", no se pierdan esa sonoridad de las erres arrastradas y la manera de interpretar el final de la canción del cantante bruselense) y fotos de Brujas. Vamos, que sólo le falta una foto de Eddy Merckx.
La carta no es muy amplia pero tampoco corta, nosotros optamos por el menú de degustación, con varios platos. Entrantes de la casa, una crema de tomate con curry con una mezcla de sabores muy buena, una sopa de cebolla excelente y algún plato más que se me está olvidando. Seguimos con el plato estrella del menú, un salmón ahumado a la madera de haya con una salsa buenísima. Lo recomiendo sin dudar, la textura del salmón con un ligero sabor a madera que no había probado jamás. Aunque ya estaba lleno, luego vino un plato típicamente belga, un guiso de carne de ave y arroz, estupendo también.
Los postres, sencillamente espectaculares, y además tienen el buen gusto de invitarte a un chupito de crema de chocolate belga. No es que sea una bebida alcohólica, sino que en un vaso de chupito te ponen una crema de chocolate. Todo un detalle que huye de la horterada de ponerte un chupito de licor de hierbas.
El servicio amable y a tiempo, no tuvimos que esperar mucho entre plato y plato.
En carta tienen, como no podía ser de otro modo, los conocídisimos mejillones, preparados de diversas formas. No los probamos, otra vez será.
En cuanto a las cervezas, muy buena carta de cervezas belgas, mi preferida es la Jupiler, quizá no sea la más típicamente belga sino la que más se parece a las que bebemos nosotros. Tal vez sea la que más me gusta únicamente por los recuerdos que me trae de mi época en Bruselas. Por cierto, creía que se llamaba Júpiter hasta que vino mi hermano a visitarme y leyó Jupiler en voz alta.
Los vinos, bien, carta limitada pero variada, llamándome la atención el Polus Graciano de Bodegas Loli Casado, de Rioja Alavesa. Tengo el placer de conocer a los propietarios de la bodega, un matrimonio muy amable que nos enseñó sus bodegas. Recomiendo su Polus Tempranillo, que no tienen en el restaurante. Algún día escribiré más acerca de Rioja Alavesa.
Destacaría que el precio es muy competitivo, cenamos muy bien por 35 euros por cabeza. Un sitio donde descrubir sabores nuevos.
Lo recomiendo a todo el mundo, sin duda. Repetiré.
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